sábado, 23 de enero de 2010

Pulque para dos

Recorrer las calles del centro de la ciudad de México siempre resulta bastante agradable. De Lázaro Cárdenas a San Antonio Abad, República de Cuba y Francisco I. Madero.

Al caminar por Aranda no se puede evitar percibir el sonido de la marimba y las maracas a ritmo de danzón. “¡Pulque!, para dos… ¡y arriba el pulque!, para dos” es el grito que acompaña la melodía que resuena en las paredes adornadas con motivos prehispánicos de colores psicodélicos de “Las duelistas”.

Los espejos que rodean todo el cuarto, reflejan las cuatro mesas blancas custodiadas por los banquitos de madera acomodados por todo el lugar; a ese mismo donde acuden los amantes de ese elixir espeso y con sabor y olor amargo que no a toda le gente agrada. La bebida de los dioses…el pulque.

Curados de avena, de apio y hasta a veces de piñón son servidos en vasos y tarros de vidrio, o bien en la cubeta de plástico siempre acompañada de su inseparable tacita para servir.

“¡Hola!, ¿cómo están? ¿Qué van a querer?”, dice Don Arturo, el dueño del lugar, segundos después de ver que cualquier persona cruzar las puertas abatibles color verde de su pulquería.

“¿Van a comer?” es la pregunta que hace uno de los cinco señores que atienden si es que la comida no se ha terminado. Pozole, frijoles, verdolagas y charales en salsa verde, son algunos de los platillos que son preparados en distintas ocasiones para los que lleguen a “echarse su pulque”. ¡Ah!, pero eso sí, siempre con sus respectivas tortillas.

El cubo de cemento y azulejo, la puerta de madera con una calaca pidiendo otro pulque y el techo inexistente fungen como el baño de mujeres. Al lado, una tarima y un mingitorio -sin puerta cabe mencionar- adquiere el papel de sanitario de hombres.

Las mesas suelen ser compartidas y nunca se sabe con quién se brindará, podría ser con la señora de cabello blanco que se deja besar por los cinco señores que atienden las mesas o con la chica de rastas que siempre llora en la esquina de la barra junto al enorme molcajete después de pelear con el que parece ser su novio.

Los viernes y sábados, los días más concurridos, se hace el pulque de los sabores más extraños con frutas de temporada; este viernes el de tejocote es el que se regodea en el paladar de “la banda”, como dice Don Arturo.

Siempre presente el Volkswagen azul y blanco que pareciera tener más de 100 años, pero tan limpio como recién salido de la agencia. Recargado en el pequeño auto, el joven autor de las pinturas que engalanan el lugar, siempre es reprendido por el dueño debido al extraño olor proveniente de la pipa de madera que sostiene entre los dedos.

El olor a viseras es una constante por el exagerado número de pollerías alrededor de la pulquería, pero eso no es impedimento para aquellos que una y otra vez regresan a probar aquel líquido viscoso…pero sabroso.

“Se inauguró en la colonia Pensil la pulquería de Osofronio el mayor” diría Chava Flores cantando Los Pulques de Apan. Ni es Osofronio el mayor ni es la colonia Pensil… pero qué bonito es saber que hay un pedacito de Hidalgo a solo dos calles de Salto del Agua.

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